PARKER PYNE EN DELFOS
Agatha Christie en Atenas en 1958
EL ORÁCULO DE DELFOS
Parker Pyne investigates (1934)
Traducción Maite Jiménez 2018
En realidad, a Mrs. Willard J. Peters no le interesaba Grecia. Y en el fondo de su corazón, de Delfos no tenía ninguna opinión en absoluto.
Los hogares espirituales de Mrs. Peters eran en París, Londres y en la Riviera. Era una mujer que disfrutaba de la vida de hotel, pero su idea de una habitación de hotel era una alfombra gruesa y mullida, una cama lujosa, una profusión de diferentes lámparas de luz eléctrica, incluyendo una tulipa para la mesilla de noche, abundancia de agua caliente y fría, y un teléfono al lado de la cama con el que poder pedir té, comida, agua mineral, cócteles y hablar con sus amigos.
Wentworth Hotel 1938
En el hotel de Delfos no había ninguna de esas cosas. Había una maravillosa vista desde las ventanas, la cama estaba limpia y la habitación encalada. Había una silla, una aljofaina y una cómoda. Los baños tenían lugar previo acuerdo y a veces eran decepcionantes en lo que respecta al agua caliente.
Mrs. Peters supuso que sería bonito decir que había estado en Delfos, y había intentado seriamente interesarse por la Grecia Antigua, pero le resultó difícil. Sus esculturas parecían inacabadas, les faltaban cabezas, brazos y piernas. Prefería en secreto al guapo y entero ángel de mármol con alas que había sido colocado en la tumba del difunto Mr. Willard Peters. Pero todas esas opiniones secretas las guardaba cuidadosamente para sí misma, por miedo a que su hijo Willard la despreciase.
Descubrimiento de la estatua de Antínoo (Delfos 1894)
Era por culpa de Willard que estaba allí, en aquella fría e incómoda habitación, con una doncella malhumorada y un chófer enfadado a la vista. Por culpa de Willard (al que llamaban Junior hasta hace poco, un apodo que odiaba), el hijo de dieciocho años que Mrs. Peter adoraba con locura. Era Willard el que tenía esa extraña pasión por el arte antiguo. Fue Willard, flaco, pálido, con gafas y dispéptico, el que había arrastrado a su devota madre a su viaje por Grecia.
Descubrimiento de la estatua de Bitón (Delfos 1894)
Habían estado en Olimpia, que a Mrs. Peters le pareció un triste revoltijo.
Heraion de Olimpia. Excavaciones dirigiadas por Ernst Curtius en 1874
Había disfrutado del Partenón, pero consideraba Atenas una ciudad sin remedio.
Y una visita a Corinto y Micenas había sido una tortura tanto para ella como para el chófer.
Kevin Andrews en el Acrocorinto
Delfos, pensaba Mrs. Peters con tristeza-, era el colmo: absolutamente nada que hacer salvo caminar por la carretera y mirar las ruinas.
Willard pasaba largas horas de rodillas descifrando inscripciones griegas y decía:
-Mamá, ¡escucha esto! ¿No es espléndido?
Y a continuación leía en algo en alto que a Mrs. Peters le parecía la quintaesencia del aburrimiento.
Tesoro de los Atenienses (Delfos)
Aquella mañana Willard había salido temprano para ver unos mosaicos bizantinos. Mrs. Peters, que sospechaba que esos mosaicos bizantinos la dejarían fría (tanto en sentido literal como figurado), había puesto una excusa.
Mosaico bizantino (Delfos)
-Lo comprendo, mamá -había dicho Willard. -Quieres estar sola para sentarte en el teatro o arriba en el estadio, contemplarlo y sumergirte en él.
María Callas en el Teatro de Delfos
-Eso es, cariño -dijo Mrs. Peters.
-Sabía que este sitio te cautivaría -dijo Willard entusiasmado, y se marchó.
Estadio (Delfos)
Y entonces, con un suspiro, Mrs. Peters se preparó para levantarse y desayunar. Fue al comedor en el que solo se encontró a cuatro personas: una madre con su hija, vestidas en un estilo que a Mrs. Peters le pareció de lo más peculiar (no identificó el peplo como tal), que estaban discutiendo sobre el arte de la expresión personal en la danza;
Delfos 1930
un caballero de mediana edad regordete que le había rescatado una maleta cuando bajaba del tren y que se llamaba Thompson; y un recién llegado, un caballero calvo de mediana edad que estaba allí desde noche anterior.
Maurice Denham como Mr. Parker Pyne
Este personaje fue el último en irse de del comedor, y Mrs. Peters enseguida se puso a hablar con él. Era una mujer sociable y le gustaba tener a alguien con quien hablar. Mr. Thompson había hecho gala de modales claramente desalentadores (reserva británica, lo llamó Mrs. Peters) y la madre y la hija se habían conducido muy superiores y sabihondas, sin embargo la muchacha había congeniado bien con Willard.
A Mrs. Peters el recién llegado le pareció una persona muy agradable. Era instruido sin ser sabihondo. Le contó algunos detalles interesantes y simpáticos sobre los griegos que hicieron que los viese más como gente real y no solo como una historia aburrida sacada de un libro.
Mrs. Peters le contó a su nuevo amigo todo sobre Willard, lo listo que era, y cómo “Cultura” debería ser su segundo nombre. Había algo en aquel personaje amable y anodino que hacía fácil conversar con él.
Mrs. Peters no llegó a saber qué hacía y cómo se llamaba. Aparte del dato de que había estado viajando y que se estaba tomando un descanso total de sus negocios (¿qué negocios?), no había dicho nada sobre sí mismo.
En suma, que el día pasó más rápido de lo que se esperaba. La madre, la hija y Mrs. Thompson continuaron siendo huraños. Se encontraron con este último saliendo del museo e inmediatamente giró en dirección opuesta. El nuevo amigo de Mrs. Peters se lo quedó mirando con el ceño un poco fruncido.
Inauguración del Museo de Delfos (1903)
-¡Me pregunto quién será este tipo!- dijo.
Mrs. Peters le informó del nombre, pero no pudo decirle nada más.
-Thompson…Thompson…No, no creo haberlo visto antes y sin embargo de un modo u otro su cara me resulta familiar. Pero no soy capaz de situarlo.
Por la tarde, Mrs. Peters disfrutó de una tranquila siesta en un sitio a la sombra. El libro que se llevó para leer no era la excelente obra sobre Arte Griego que su hijo le había recomendado, al contrario, se titulaba El misterio de la lancha del río. Incluía cuatro asesinatos, tres raptos, y una extensa y variada banda de peligrosos criminales. Mrs. Peters se sentía estimulada y a la vez calmada con su lectura.
Esfinge de Naxos (Museo Arqueológico de Delfos)
Eran las cuatro cuando regresó al hotel. Willard, estaba segura, ya habría vuelto a aquella hora. Estaba tan lejos de presentir una desgracia que casi se olvidó de abrir una nota que según le dijo el propietario había sido dejada para ella por un hombre extraño durante la tarde. La nota estaba tremendamente sucia. La abrió distraída. Cuando leyó las primeras líneas palideció y alargó una mano para sostenerse. La caligrafía era extranjera pero estaba escrita en inglés.
Señora: por la presente le informo de que hemos secuestrado a su hijo y se encuentra a muy buen recaudo. Nada malo le ocurrirá al joven caballero si usted obedece nuestras órdenes al pie de la letra. Exigimos por su rescate 10.000 libras esterlinas. Si habla de esto con el propietario del hotel o con cualquier otra persona su hijo será asesinado. Esto es para que reflexione. Mañana le daremos instrucciones sobre el pago del dinero. Si no obedece, le cortaremos las orejas al joven caballero y se las enviaremos. Y al día siguiente, si sigue sin obedecer, lo mataremos. De nuevo le decimos que no es una vana amenaza. Que la Kyria reflexione y sobre todo, que guarde silencio.
DEMETRIO EL DE LAS CEJAS NEGRAS
El arqueólogo Pierre Amandry con un grupo de griegos de la Resistencia
Es una tontería describir el estado mental de la pobre señora. Aunque la exigencia estaba expresada de un modo absurdo e infantil, la hizo percatarse de una lúgubre atmósfera de peligro. Willard, su niño, su cariño, su delicado y formal Willard.
Iría inmediatamente a la policía. Despertaría a los vecinos. Pero quizás, si lo hacía…Se estremeció. Entonces, salió con determinación de su habitación en busca del propietario del hotel, la única persona del establecimiento que hablaba inglés.
-Se está haciendo tarde -dijo. -Mi hijo aún no ha regresado.
El simpático hombrecillo le dedicó una sonrisa:
-Cierto. Monsieur despidió las mulas. Deseaba regresar a pie. A esta hora debería estar ya aquí, pero sin duda se ha entretenido por el camino.-Sonrió con expresión feliz.
-Dígame -dijo Mrs. Peters de pronto, -¿tienen personajes de mala catadura entre los vecinos?
Personajes de mala catadura era una expresión que el inglés del hombrecillo no incluía. Mrs. Peters se explicó mejor. Recibió como respuesta la garantía de que la toda la gente de Delfos era muy buena, muy tranquila y muy bien dispuesta hacia los extranjeros.
Foto Dorothy Burr Thompson, Delfos 1924
Las palabras temblaban en sus labios, pero las obligó a retroceder. Aquella siniestra amenaza le trababa la lengua. Podía ser un simple farol. Pero, ¿y si no lo era? En América a una amiga suya le habían secuestrado un hijo, y por informar de ello a la policía, el niño había sido asesinado. Estas cosas pasaban.
Estaba casi frenética. ¿Qué iba a hacer? Diez mil libras, ¿cuánto era eso? ¡Cuarenta o cincuenta mil dólares! ¿Qué era eso para ella en comparación con la seguridad de Willard? Pero ¿cómo podía obtener una suma así? Había interminables dificultades justo en este momento en lo que respecta al dinero y a retirar efectivo. Una carta de crédito por unos pocos cientos de libras era todo lo que tenía en su poder.
¿Entenderían esto los bandidos? ¿Serían razonables? ¿Esperarían?
Cuando la doncella se le acercó, la echó con cajas destempladas. La campana de la cena sonó, y la pobre señora se vio obligada a pasar al comedor. Comió mecánicamente. No vio a nadie. En lo que a ella respectaba, la habitación podía haber estado vacía.
Cuando se sirvió la fruta, le pusieron delante una nota. Se estremeció, pero la caligrafía era totalmente diferente de la que ella temía ver: una letra clara de un escribiente inglés. La abrió sin mucho interés, pero encontró su contenido intrigante:
En Delfos ya no puede consultar el oráculo (así funciona), pero puede consultar a Mr. Parker Pyne.
Oráculo de Delfos
Debajo había un recorte de un anuncio clavado con un alfiler en el papel, y en la parte de abajo de la hoja se adjuntaba una fotografía de pasaporte. Era la foto de su amigo calvo de la mañana.
Mrs. Peters leyó el recorte dos veces:
¿Feliz? ¿Feliz? ¿Había sido alguien alguna vez tan infeliz? Era como una respuesta a una plegaria.
Apresuradamente garabateó en una hoja suelta de papel que de casualidad llevaba en el bolso:
Por favor, ayúdeme. ¿Puede reunirse conmigo fuera del hotel en diez minutos?
Lo metió en un sobre y ordenó al camarero que se lo llevase al caballero de la mesa de la ventana. Diez minutos después, envuelta en su abrigo de pieles, pues la noche era fría, Mrs. Peters salió del hotel y dio un paseo lentamente por la carretera a las ruinas. Mr. Parker Pyne estaba esperándola:
Templo de Apolo de Delfos
-Gracias a Dios está usted aquí -dijo Mrs. Peters jadeando.
-Pero ¿cómo ha adivinado la terrible circunstancia en la que me encuentro? Eso es lo que quiero saber.
-El semblante humano, mi querida señora -dijo Mr. Parker Pyne pausadamente.
Auriga de Delfos
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-Supe enseguida que algo había sucedido, pero espero que usted me diga lo que es.
Salió todo como un torrente. Mrs. Peters le entregó la carta, que él leyó a la luz de su linterna de bolsillo.
-Humm… -dijo.-Un documento curioso, un documento muy curioso. Tiene ciertos aspectos…
Pero Mrs. Peters no estaba de humor para escuchar un discurso sobre los aspectos más sutiles de la carta. ¿Qué iba a hacer con Willard? Su querido y frágil Willard.
Mr. Parker Pyne la calmó. Pintó un atractivo cuadro de la vida de los bandidos griegos. Eran especialmente cuidadosos con sus cautivos, ya que representaban una mina de oro en potencia. Poco a poco consiguió serenarla.
Makris Dimitrios
-Pero ¿qué voy a hacer yo? -gimió Mrs. Peters.
-Espere hasta mañana -dijo Mr. Parker Pyne. -Es decir, a menos que prefiera ir directa a la policía.
Mrs. Peters lo interrumpió con un chillido de terror. ¡Su querido Willard podría ser asesinado sin pensarlo dos veces!
-¿Cree que volveré a ver a Willard sano y salvo?
-De eso no me cabe la menor duda -dijo Mr. Parker Pyne tranquilizándola. -La única cuestión es si usted puede recuperarlo sin pagar diez mil libras.
-Lo único que quiero es a mi niño.
-Sí, sí -dijo Mr. Parker Pyne tranquilizándola. -A propósito, ¿quién le trajo la carta?
-Un hombre a quien el dueño del hotel no conocía. Un extraño.
-¡Ah! ¡Ahí hay posibilidades! ¿Qué le va a decir a la gente del hotel sobre la ausencia de su hijo?
-No lo he pensado.
-Me pregunto ahora… -Mr. Parker Pyne reflexionó. -Pienso que debería mostrar alarma y preocupación por su ausencia con total naturalidad. Una patrulla de búsqueda podría ponerse en marcha.
-¿No cree que esos demonios…? -Mrs. Peters contuvo el llanto.
-No, no… Mientras no se corra la voz del secuestro o del rescate, no serán tan canallas. Después de todo, no pueden esperar que usted se tome la desaparición de su hijo sin hacer un drama.
-¿Puedo dejarlo en sus manos?
-Ese es mi trabajo -dijo Mr. Parker Pyne.
Friso este del Tesoro de los Sifnios. Guerra de Troya (Museo Arqueológico de Delfos)
De regreso al hotel casi se tropiezan con un tipo corpulento.
-¿Quién era? -preguntó Mr. Parker Pyne rápidamente.
-Creo que era Mr. Thompson.
¡Oh! -dijo Mr. Parker Pyne pensativo. -¿Era Thompson? Thompson… Humm…
Apolo Criselefantino (Museo Arqueológico de Delfos)
Cuando se fue a la cama, Mrs. Peters pensó que la idea de Mr. Parker Pyne sobre la carta era buena. Quienquiera que la hubiera traído debía de estar en contacto con los bandidos. Sintió consuelo y se quedó dormida mucho antes de lo que había imaginado.
A la mañana siguiente mientras se vestía, de repente se dio cuenta de que algo estaba en el suelo cerca de la ventana. Lo cogió y su corazón le dio un vuelco. El mismo sobre sucio y barato, la misma letra odiosa.
Lo rasgó para abrirlo.
Buenos días, señora. ¿Ha reflexionado? Su hijo está bien y no ha sufrido daño alguno, por ahora. Pero queremos el dinero. Si no le resulta fácil conseguir esta suma, nos han contado que usted lleva consigo un collar de diamantes. Piedras muy finas. Nos conformaríamos con él a cambio. Escuche, esto es lo que va a hacer. Usted o alguien que usted decida enviar deberá recoger el collar y llevarlo al estadio. Desde allí subirá hasta donde hay un árbol cerca de una roca grande. Habrá ojos vigilando para asegurarse de que solo acude una persona. Entonces su hijo será intercambiado por el collar. La hora será mañana a las seis de la mañana justo después del amanecer. Si envía a la policía tras nosotros, dispararemos a su hijo cuando su coche vaya a la comisaría. Esta es nuestra última palabra, señora. Si mañana por la mañana no hay collar, le enviaremos las orejas de su hijo. Al día siguiente, morirá.
Saludos, señora.
DEMETRIO
Mrs. Peters corrió en busca de Mr. Parker Pyne. Éste leyó la carta atentamente.
-¿Es cierto esto, –preguntó -lo del collar de diamantes?
“Diamonds are a girl’s best friend”
Gentlemen Prefer Blondes (1949)
-Absolutamente. Mi marido pagó por él cien mil dólares.
-Nuestros ladrones están bien informados -murmuró Mr. Parker Pyne.
-¿Qué es lo que está diciendo?
-Solamente considero ciertos aspectos del asunto.
-Le digo, Mr. Pyne, que no tenemos tiempo para aspectos. Quiero a mi niño de vuelta.
-Pero usted es una mujer de espíritu, Mrs. Peters. ¿Le apetece ser acosada y que le estafen diez mil dólares? ¿Le apetece entregar sus diamantes resignada a una panda de rufianes?
-Vale, de acuerdo, ¡si me lo pone así! La mujer de espíritu que había en Mrs. Peters luchaba con la madre ¡Cómo me gustaría ajustarles las cuentas a esos brutos cobardes! En el mismo momento que recupere a mi niño, Mr. Pyne, ¡voy a mandarles a toda la policía de los alrededores y si es necesario alquilaré un coche blindado para ir Williard y yo a la estación del tren! -Mrs. Peters estaba encendida y vengativa.
-Sí -dijo Mr. Parker Pyne. -Mire, mi querida señora, me temo que estarán preparados para este movimiento suyo. Saben que una vez que Willard le sea devuelto no habrá nada que le impida alertar a todos el contorno. Lo que lleva a suponer que están preparados para este movimiento.
-Bien, ¿qué quiere hacer?
Mr. Parker Pyne sonrió.
-Quiero intentar un pequeño plan de mi cosecha.
Pitia
Miró el comedor todo alrededor. Estaba vacío y las puertas de ambos extremos cerradas.
-Mrs. Peters, conozco un hombre en Atenas…, un joyero. Está especializado en diamantes falsos de buena calidad…, material de primera clase. -Su voz se redujo a un murmullo.
-Lo llamaré por teléfono. Puede estar aquí esta tarde con una buena selección de piedras.
-¿Qué quiere decir?
-Quitará los diamantes auténticos y los sustituirá por las imitaciones.
Trozos del Diamante Cullinan
-¡Cómo! ¡Es la cosa más que he oído jamás! -Mr. Peters le dirigió una mirada de admiración.
-¡Chis! ¡No tan alto! ¿Hará algo por mí?
-Por supuesto.
-Vigile que nadie se acerque y vaya a oír lo que hablo por teléfono.
Mrs. Peters asintió.
El teléfono estaba en el despacho del administrador, quien atentamente dejó libre la habitación después de haber ayudado a Mr. Parker Pyne a conseguir el número. Cuando salió se encontró a Mrs. Peters fuera.
-Solo estoy esperando por Mr. Parker Pyne.-dijo. -Vamos a dar un paseo.
-Oh, sí, señora.
Mr. Thompson estaba también en el vestíbulo. Se acercó a ellos y se puso a charlar con el administrador. ¿Había alguna villa para alquilar en Delfos? ¿No? ¿Pero seguramente había una más arriba del hotel?
-Pertenece a un caballero griego, Monsieur. No la alquila.
-¿Y no hay otras villas?
-Hay una que pertenece a una señora americana. Está en el otro lado del pueblo. Ahora está cerrada. Y hay una que es de un caballero inglés, un artista, que está en el borde del acantilado que mira a Itea.
Foto Maite Jiménez (Delfos 2015)
Mrs. Peters los interrumpió. La naturaleza le había dotado de una voz fuerte y ella la forzó más a propósito.
-¡Cómo! –dijo-. ¡Me encantaría tener una villa aquí! Es tan virgen y natural. Estoy absolutamente entusiasmada con el sitio, ¿usted no, Mr. Thompson? Por supuesto que también, si desea alquilar una villa. ¿Es su primera visita? ¡No me diga!
Siguió así de desenvuelta hasta que Mr. Parker Pyne salió del despacho. Éste le dirigió una ligerísima sonrisa de aprobación.
Mr. Thompson bajó lentamente los escalones y salió a la carretera donde se reunió con la madre y la hija sabihondas, que parecía que sentían el viento frío en sus brazos desnudos.
Estadio de Delfos
Todo fue bien. El joyero llegó justo antes de la cena en un coche lleno de turistas. Mrs. Peters llevó el collar a su habitación. El hombre soltó un gruñido de aprobación. Luego habló en francés:
– Madame peut être tranquille. Je réussirai.
Sacó unas herramientas de su bolsita y comenzó a trabajar.
A las once Mr. Parker Pyne llamó a la puerta de Mrs. Peters.
-¡Aquí los tiene!
Le entregó una bolsita de gamuza. Mrs. Peters miró dentro.
-¡Mis diamantes!
-¡Chis! Este es el collar con los diamantes falsos. Un buen trabajo, ¿no cree?
-Sencillamente maravilloso.
-Aristopoulous es un tipo habilidoso.
-¿No cree que sospecharán?
-¿Cómo van a sospechar? Ellos saben que tiene el collar consigo. Usted se lo va a entregar. ¿Cómo van a sospechar que es un timo?
– Vale, creo que es maravilloso –repitió Mrs. Peters devolviéndole el collar. -¿Se lo entregará usted a ellos? ¿O es pedir demasiado?
-Por supuesto que se lo entregaré yo. Solo deme la carta, para tener claras las instrucciones. Gracias. Ahora, buenas noches y bon courage. Su chico estará con usted mañana para desayunar.
-Oh, ¡ojalá sea cierto!
-Ahora no se preocupe. Deje todo en mis manos.
Mrs. Peters no pasó bien la noche. Cuando se durmió tuvo unos sueños terribles, sueños de bandidos armados en coches blindados que disparaban a Willard, quien iba corriendo en pijama monte abajo.
Delfos antes de las excavaciones de la Escuela Francesa de Arqueología (Dibujo de Edward Dodwell 1805)
Agradeció despertarse. Por fin llegó el primer rayo del amanecer. Mrs. Peters se levantó y se vistió. Se sentó…y esperó.
A las siete llamaron a la puerta. Tenía la garganta tan seca que casi no podía hablar.
-¡Adelante! –dijo.
La puerta se abrió y entró Mr. Thompson. Ella lo miró fijamente. Le faltaron las palabras. Tenía el presentimiento de que había sucedido un desastre. Y aun así la voz de Mr. Thompson cuando habló fue totalmente natural y neutra. Era una voz profunda y agradable.
-Buenos días, Mrs. Peters –dijo.
-¡Cómo se atreve, caballero! ¡Cómo se atreve…!
-Disculpe mi visita a esta hora tan intempestiva, -dijo Mr. Thompson-, pero verá, se trata de un asunto de negocios.
Mrs. Peters se inclinó hacia adelante con ojos acusadores.
-¡Así que ha sido usted el que ha secuestrado a mi niño! ¡No hay tales bandidos en absoluto!
-Ciertamente no hay tales bandidos. Esta parte era poco convincente, lo pensé, poco artística, por así decirlo.
Mrs. Peters tenía una idea fija.
-¿Dónde está mi hijo? –preguntó con ojos de tigresa enfurecida.
-De hecho, -dijo Mr. Thompson –está ahí fuera detrás de la puerta.
-¡Willard!
Auriga de Delfos
La puerta se abrió de golpe. Willard, con la piel amarillenta, con gafas y claramente sin afeitar, se echó a los brazos de su madre. Mr. Thompson se quedó mirándolos apaciblemente.
-De todos modos –dijo Mrs. Peters recuperada de repente y volviéndose hacia él – voy a denunciarlo por esto. Sí, lo haré.
-Estás equivocada, mamá –dijo Willard-. Este caballero es quien me ha rescatado.
-¿Dónde estabas?
-En una casa al borde del acantilado, solo a una milla de aquí.
-Permítame, Mrs. Peters –dijo Mr. Thompson –que le devuelva lo que es suyo.
Le entregó un pequeño paquete envuelto sin apretar en papel de seda. Al caer el papel dejó a la vista el collar de diamantes.
-No necesita guardar la otra bolsita de piedras, Mrs. Peters –dijo Mr. Thompson sonriendo –Los diamantes auténticos siguen en el collar. La bolsa de gamuza contiene unas piedras de imitación excelentes. Como dijo su amigo, Aristopoulous es sin duda un genio.
-No entiendo ni una palabra de lo que está diciendo –dijo Mrs. Peters con voz débil.
Descubrimiento del Auriga de Delfos (1896)
-Debe ver el caso desde mi punto de vista –dijo Mr. Thompson –Me llamó la atención el uso de cierto nombre. Me tomé la libertad de seguirla a usted y a su amigo el gordo cuando salieron y escuché –lo confieso con franqueza -su interesantísima conversación. La encontré especialmente fascinante, tanto que me confié al administrador. Él tomó nota del número al que su supuesto amigo telefoneó y lo arregló para que un camarero pudiera escuchar su conversación en el comedor esa mañana.
Escuela Francesa de Arqueología. Excavaciones en Delfos 1892
-El plan funcionó a la perfección. Usted ha sido víctima de un par de hábiles ladrones de joyas. Saben todo sobre su collar de diamantes, la siguen hasta aquí, secuestran a su hijo, le escriben una carta “de bandidos” bastante cómica y se las arreglan para que usted confíe en el cerebro de la operación. Después de esto, todo es simple. El buen caballero le entrega una bolsa con diamantes de imitación y…desaparece con su amigo. Esta mañana, cuando su hijo no apareciera, usted se pondría frenética. La ausencia de su amigo la llevaría a creer que también él había sido secuestrado. Deduzco que se las habrían arreglado para que alguien fuera a la villa por la mañana. Esa persona habría descubierto a su hijo y para entonces usted y él habría llegado a la conclusión de que se había tratado de un complot. Pero para entonces los criminales ya estarían muy lejos.
Pierre de la Coste-Messelière, fumando en pipa, examina una escultura del tholos de Atenea en Delfos.
-¿Y ahora?
-¡Oh! Ahora están bien encerrados bajo llave. Ya me he ocupado de eso.
-¡El miserable!–dijo Mrs. Peters con ira al recordar cómo confió en él –El miserable gordinflón e hipócrita.
-Un sujeto nada agradable –convino Mrs. Thompson.
-No comprendo cómo consiguió descubrirlo –dijo Willard con admiración –Muy inteligente por su parte.
El otro movió la cabeza con desaprobación.
-No, no –dijo- Cuando viajas de incógnito y oyes que pronuncian tu nombre en vano…
Mrs. Peters lo miró fijamente.
-¿Quién es usted? –preguntó de repente.
–Soy Mr. Parker Pyne –explicó aquel caballero.